• Poder militar nominal contra poder real: el caso de Venezuela

    Poder militar nominal contra poder real: el caso de Venezuela1

    Por: Santiago Rivas En casi todas las oportunidades en que se analiza el poder militar de los estados, solo se consideran números de material y cantidad de personal, como si eso determinara de manera rápida la capacidad de ese estado. Algunos van más allá y ahondan en el modelo de cada equipo que poseen o una capacidad teórica en función de lo que dice el fabricante de ese equipamiento o lo que dicen algunos medios especializados. Sin embargo, el poder militar real es algo mucho más complejo que saber cuántos aviones de combate, tanques, fragatas y hombres tiene una fuerza armada, sino que se da por la capacidad real que tiene ese personal de lograr el empleo de todas las capacidades que dicho material posee, de la mejor manera posible, a la vez que ese poder también depende de los sistemas que ese material tiene, su disponibilidad y la cantidad de municiones o armamento lanzable con que se cuenta para poder sostener un conflicto prolongado, entre otros factores. Por ejemplo, de nada sirve tener el avión más moderno y con los sistemas y misiles más modernos, si solo cuento con inventario de un par de misiles, que no definirían el conflicto. La dotación de armamento lanzable o de municiones es algo en lo que muy pocas veces se pone énfasis, pero es lo que le permite a una fuerza poder sostener la guerra más allá de las primeras horas y, salvo raras excepciones en donde se pueda contar con una superioridad abrumadora sobre el oponente, una guerra no se resuelve en horas o un par de días. El primer punto que define la capacidad real de unas fuerzas armadas reside en la capacidad de su alto mando de llevar adelante una planificación correcta y un uso adecuado de sus recursos para hacer frente a su oponente. La estrategia, el liderazgo y eficiencia en el mando son el primer paso para lograr una victoria militar y no han sido pocos los casos en donde fuerzas inferiores han derrotado a ejércitos más poderosos, solo por haber tenido mejores jefes. El segundo punto, desde el personal, radica en la motivación de éste, desde oficiales hasta soldados, y su disciplina. Aquí es donde la calidad gana sobre la cantidad. Como ejemplo, en el combate de Playa Larga durante la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba en 1961, una compañía reforzada de exiliados (a pesar de que le habían puesto el nombre de batallón), pudo derrotar a varios batallones de milicias castristas apoyadas por tanques y artillería. Un correcto uso del poder de fuego por personal más entrenado y disciplinado permitió mantener a raya durante muchas horas a fuerzas varias veces superiores en número y equipo, causándoles una enorme cantidad de bajas. Pero fue, a la vez, el agotamiento de su munición y la imposibilidad de tener un relevo luego de combatir toda la noche, lo que obligó a los exiliados a replegarse a Playa Girón antes de que se inicie un nuevo ataque por parte de tropas de refuerzo castristas. En este punto, es importante tener en cuenta que, en general, las milicias nunca han podido vencer a ejércitos bien entrenados, disciplinados y motivados, aun teniendo una enorme superioridad numérica. Casi nunca las milicias poseen los dos primeros puntos y en muchos casos tampoco tienen la motivación. Hoy se ve, por ejemplo, que el gobierno venezolano plantea emplear milicias ante una supuesta intervención estadounidense, cuando éstas no tienen en su mayoría ni entrenamiento adecuado, ni disciplina ni motivación. En las fotos y videos difundidos tampoco se ve que tengan armamento adecuado. Cuando en 2015 visité algunas bases aéreas de Venezuela, estos puntos, que vi también entre los oficiales y suboficiales, me llamaron la atención por sobre otras cosas. Bases sin seguridad (por ejemplo, pude llegar a la plataforma de la base El Libertador y caminar entre sus aeronaves con todo mi equipo sin haber pasado ningún control de seguridad desde la propia calle), con material en estado de abandono o casi abandonado y cuestiones que parecen menores pero denotan la moral del personal: pasto sin cortar, edificios en mal estado y sucios, alimentación de mala calidad y escasez hasta de cubiertos (en una de las bases tuve que conseguirme mis cubiertos para poder comer), aunque nunca estaba faltante la propaganda política. Como ejemplo, en El Libertador pude ver los sistemas antiaéreos S-125 Pechora-2M, junto a los camiones con los radares móviles, prácticamente abandonados bajo el sol, donde ya se veía la pintura gastada por el tiempo a la intemperie (lo cual significa una mayor necesidad de mantenimiento para mantener sus sistemas operativos). Pero esto no sucedía por falta de espacio para guardarlos, ya que cerca de ellos había una buena cantidad de hangaretes vacíos o con vehículos civiles. Simplemente a nadie le interesaba resguardarlos, a pesar de ser equipamiento bastante nuevo. Otro ejemplo ocurrió con los helicópteros Mi-26 del Ejército Venezolano. Cuando se vencieron y era necesario enviarlos a Rusia para inspección, se percataron de que solo se los podía llevar en buque, pero las aeronaves ya no podían volar y para llevarlos desde La Carlota, en Caracas, hasta el puerto de Maiquetía, el camino tiene túneles por donde no pasan los helicópteros. Simplemente nadie planificó en base a esta realidad. Así, hoy yacen abandonados desde hace más de cinco años. En el material, el primer punto cuando se nombran cantidades de equipos es ver de qué equipamiento se trata. En aviones de combate, pero se aplica a otras aeronaves, material terrestre y naval, anteriormente me referí a este tema, sobre qué debe tener un avión para ser bueno o malo y eso no está solo en el modelo de avión, sino en todo lo que lleva dentro y cómo será empleado. También, cuál es su estado operativo (no solo que vuele, navegue o funcione, sino qué porcentaje de sus sistemas está en servicio y si hay sistemas faltantes) y la calidad del mantenimiento (no solo que el equipamiento funcione, sino que

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