• La venta del avión presidencial: Un mal negocio

    La venta del avión presidencial: Un mal negocio0

    En seis meses los mexicanos hemos pagado más de 240 millones de pesos por no utilizar el avión presidencial ya que se han pagado 235 millones 525 mil pesos para pagar el costo del arrendamiento del avión a Banobras y 7 millones 200 mil pesos por tenerlo estacionado fuera del país ya que lleva 190 días parado en un hangar en Victorville en  California, Estados Unidos, sin avanzar en su venta. Cada mes el Gobierno federal debe pagar a la empresa Boeing alrededor de 60 mil dólares –un millón 200 mil pesos– por la renta del hangar en Victorville, además de los servicios especiales por mantenimiento, y otros 34 millones de pesos por la deuda que tiene con Banobras por la compra de la aeronave. Además el  hangar presidencial ubicado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, cuya construcción costó casi mil millones de pesos, está en desuso. El avión presidencial está oficialmente en venta desde que Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia, aunque al momento no se ha podido concretar su venta. En abril pasado, el Presidente de México afirmó que existían 14 interesados en la compra, pero la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) no ha informado cuántos se inscribieron en el proceso, el cual cerró el 3 de mayo. El 1 de mayo, esa oficina de la ONU contrató a la empresa Morten Beyer & Agnew para hacer un nuevo avalúo, el cual costó al erario 9 mil 259 dólares (185 mil 180 pesos). En 2012, Banobras compró a Boeing el avión en 2 mil 952 millones de pesos, y se lo vendió a la Secretaría de la Defensa Nacional en unos 5 mil 213 millones de pesos a un plazo de 15 años. Por su parte, el secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, aseguró hace unos meses, en una comparecencia en el Senado, que primero venderán y después pagarán la totalidad de la deuda. El secretario refirió sobre el avión presidencial, durante su comparecencia ante la Comisiones de Comunicaciones y Transportes del Senado de la República que, no habrá recuperación por la venta de esta aeronave, y detalló que con lo que se obtenga sólo se dejará de pagar el pagar el costo del arrendamiento financiero por su adquisición, lo que contradice lo señalado por el Presidente que adelantó que los recursos obtenidos por la venta del avión presidencial, recién valuado por la ONU en 150 millones de dólares, se designarán a la atención de los migrantes.  El avión presidencial es un Boeing 787-8 aunque en este momento el Dreamliner de Boeing ya no es la novedad aeronáutica de hace diez años. Aeroméxico por ejemplo opera diez aeronaves de este tipo. Por supuesto que es un gran avión, moderno y eficiente; pero está lejos de ser el súper avión que algunos medios en México han dicho que es y mucho menos que lujoso, su equipamiento es estándar para las necesidades de un jefe de estado, tal y como lo podemos observar en las fotografías presentadas al momento se partir a California para su posible venta. De hecho, ya es un avión bastante común aunque el de México guarda ciertas diferencias. El avión mexicano no fue un avión nuevo, como también se ha dicho, pocos saben que éste avión es el sexto prototipo que construyó Boeing en el año 2009  y que se usó para certificar la nueva serie de motores y que antes de venderse a México ya tenía 690 horas de vuelo. Es así que a las perdidas por almacenamiento y el arrendamiento de un avión que no se usa hay que sumar  las perdidas por su posible venta ya que en el año 2012 el valor de lista de un Dreamliner 787-8 era de 218 millones de dólares, por lo que con el avalúo de Naciones Unidas, que estableció un mínimo de 150 millones de dólares, su sola venta significaría una pérdida de cerca de 68 millones de dólares. Sin embargo, el vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, aseguró que la cifra es de 130 millones de dólares, es decir, 20 millones más de pérdida. Sin embargo esta no es la única degradación del valor del avión, existen dos mercados de aviones, el de aviones de negocios y el de aviones comerciales, las cifras anteriores son las proyectadas en el mercado de negocios, mientras que las cifras para el mercado de pasajeros son aún peores. Hay que considerar que el avión mexicano no era un avión de la línea de producción final cuando se compró (ahora será de tercera mano) y que aparte de haber sido utilizado en pruebas ya tiene uso añadido con México, esto más su configuración lo vuelven indeseable para privados y sobre todo para operadores comerciales, porque no es un modelo estándar, sino un prototipo, debido a que algunos sistemas, sus interiores y exteriores ya han sido modificados a roles VIP y de un modo muy específico, significa que quién asuma el riesgo de comprarlo tiene el terreno alto para negociarle a México barato, aún en el mercado de aviones de negocios y si algún comprador pretende incorporar el avión al servicio de pasajeros o carga, se tendrá que pagar entre 10 a 15 mdd por reacondicionarlo, disminuyendo aún más, el margen que se pueda obtener del avión aparte de los costos asociados a comisiones y transferencias en la industria que van desde medio a un millón de dólares. Es claro que vender éste avión no es un buen negocio y es poco recomendable cuando el impulso político es evitar gastos superfluos y el despilfarro del dinero del pueblo.

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  • El Boeing 787

    El Boeing 7870

    Fabricado con materiales compuestos, el Boeing 787 Dreamliner es el primer avión de tamaño mediano capaz de operar en trayectos de gran autonomía, por lo que permite a las aerolíneas abrir rutas sin escalas entre nuevos pares de ciudades, tal y como lo prefiere el público. Gracias al uso de tecnologías innovadoras, el avión ofrece una incomparable economía de operación, eficiencia en consumo de combustible y confort para el pasajero. El 787-8 llamado Dreamliner o el avión de ensueño, puede transportar 210 – 250 pasajeros en rutas de entre 7,650 y 8,200 millas náuticas (14,200 a 15,200 km), en tanto que el 787-9 Dreamliner puede transportar 250 – 290 pasajeros en rutas de 8,000 a 8,500 millas náuticas (14,800 a 15,750 km). Al llevar la autonomía de los aviones comerciales de gran tamaño al segmento de jets de tamaño mediano, el 787 le brida a las aerolíneas una eficiencia incomparable de consumo de combustible que se traducirá en un desempeño excepcional desde el punto de vista ambiental. El avión consume 20 por ciento menos combustible que los aviones de tamaño similar. También vuela a velocidades muy semejantes a las que ofrecen los aviones de doble pasillo más rápidos de la actualidad, Mach 0.85.  Los pasajeros, por su parte, también disfrutan de una serie de mejoras con el 787 Dreamliner, desde un ambiente interior con niveles más elevados de humedad relativa hasta mayor comodidad y practicidad. La clave para este desempeño fuera de serie del 787 Dreamliner es el desarrollo y la aplicación de una serie de nuevas tecnologías. El 50 por ciento de la estructura primaria del 787 – que incluye el fuselaje y las alas – se fabrica con materiales compuestos. El corazón del diseño del 787 es una moderna arquitectura de sistemas. Es más sencilla y permite ofrecer una funcionalidad mucho más completa, así como mayor eficiencia. Por ejemplo, el equipo de desarrollo ha incorporado sistemas de monitoreo que le permiten al avión vigilar su propio estado de “salud” y reportar cualquier necesidad de mantenimiento a sistemas de cómputo en tierra. El 787 utiliza motores General Electric y Rolls-Royce. Los avances en tecnología de motores representan la mayor contribución a la mejoría en la eficiencia del avión. Los nuevos motores representan un salto tecnológico de casi dos generaciones en el segmento de aviones medianos. El proceso y diseño del 787 ha permitido mejoras adicionales en cuanto a eficiencia. Se han desarrollado nuevas tecnologías y procesos para contribuir a que Boeing y sus socios proveedores alcancen nuevas cotas de eficiencia. Por ejemplo, al fabricar las secciones del fuselaje en una sola pieza, se puede prescindir de 1,500 láminas de aluminio y entre 40,000 y 50,000 remaches. La ancha cabina del 787 brinda un entorno espacioso para el pasajero. En clase turista, los pastillos del 787 tienen un ancho típico de 55 cm, es decir, más de 6 cm más que un avión típico de doble pasillo. En clase ejecutiva, los amplios pasillos de 65 cm permiten pasar con facilidad aunque haya un carrito de servicio estacionado. En una configuración con filas de 8 asientos en clase turista, el fuselaje más ancho del 787 permite ofrecer al pasajero los asientos más anchos disponibles en clase turista en la industria: 47 cm. Si se configura en filas de 9 asientos, la comodidad es semejante a la que se experimenta en la cabina de clase turista de un 747. Las ventanillas del 787 son más grandes que las de cualquier otro avión comercial en servicio en la actualidad (47 cm de alto por 28 cm de ancho). Gracias a ello, se alcanza a ver claramente el horizonte desde cualquier asiento a bordo del avión, reforzando el vínculo con la experiencia de volar. Los parasoles de las ventanillas son radicalmente distintos a los de cualquier otro avión comercial. Un sistema de parasoles electrocrómicos le permite a la tripulación controlar el nivel de luz exterior que se filtra hacia dentro de la cabina, permitiendo al mismo tiempo al pasajero contemplar el paisaje. La arquitectura del 787 da la bienvenida al pasajero desde el momento de entrar a la cabina, contribuyendo a dejar atrás las incomodidades del tráfico y el aeropuerto. El vestíbulo de acceso, de gran altura y estratégicamente iluminado, da la impresión de que el cielo se abre ante los ojos del pasajero, reforzando la idea de que se encuentra en un espacio totalmente nuevo.  El tratamiento que se ha dado al techo para asemejarlo al cielo es una constante a lo largo de toda la cabina.   El lanzamiento del programa 787 tuvo lugar en abril de 2004, con un pedido récord de All-Nippon Airways. Cincuenta y siete clientes de seis continentes del mundo colocaron pedidos por 821 aviones valorados en alrededor de US$167 mil millones, siendo éste el lanzamiento de programa de aviones comerciales de doble pasillo de mayor éxito en la historia de Boeing. El programa 787 inauguró su planta de ensamblaje final en Everett en mayo del 2007. El primer vuelo del 787 se llevó a cabo el 15 de diciembre del 2009. Más de 50 socios proveedores de primer nivel, los más destacados del mundo en sus respectivas especialidades, trabajan junto con Boeing para aportar innovación y experiencia al programa 787. Estos socios proveedores han estado involucrados en el programa desde las primeras fases de diseño detallado, y todos están enlazados mediante una red virtual desde 135 sitios alrededor del mundo. La primera entrega del 787 a ANA tuvo lugar el 25 de septiembre de 2011. El 787 Dreamliner se fabrica empleando un sistema de producción diseñado con técnicas de manufactura optimizada (“Lean Manufacturing”). El uso de materiales compuestos en el Dreamliner ha hecho posible una serie de mejoras en el sistema de producción. Tamaño de la nave de ensamblaje final del 787 Aproximadamente 385,000 pies cuadrados Ubicación de la planta donde se lleva a cabo el ensamblaje final del 787 Edificio 40-26, Everett, Washington Sistema de producción del 787 La estructura principal del 787 se entrega en

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